Con el desarrollo de las redes sociales, que han conseguido envolvernos a todos en ellas, se ha convertido en habitual que a nuestros dispositivos electrónicos (teléfonos, ordenadores o tabletas) lleguen con cierta frecuencia noticias falsas, mensajes falsos, bulos relacionados con la actual situación cuyos contenidos se encuentran generalmente relacionados con las posiciones de la extrema derecha. Hoy los llamamos fake news, quizás porque nos parezcan una novedad en el paisaje político. Pero no es así en absoluto.
En el año 1823, tras una guerra civil (la primera del largo ciclo de guerras civiles contemporáneas españolas) y una segunda invasión francesa a cuyo ejército conocemos como los Cien Mil Hijos de San Luis, se produjo la vuelta del absolutismo fernandino, acompañado de una cruel represión de los hombres y mujeres que aspiraban a vivir en libertad y que fueron conocidos como liberales.
En Cieza, tras las destituciones de los regidores liberales y su sustitución por realistas, estos salieron al balcón del Ayuntamiento para dar lectura a un comunicado en el que manifestaban no reconocer “el absurdo principio de que el pueblo es árbitro en variar las formas de los gobiernos establecidos”. Después, y en presencia de fuerza armada, el comisionado regio derribó la lápida constitucional, siendo sustituida por un retrato de Fernando VII.
Aunque como Fernando VII debía su victoria a las tropas francesas, tenía que aceptar algunas de las imposiciones que el gobierno francés le intentaba obligar con el fin de que moderase su gobierno. Debió aceptar que no se reimplantase la Inquisición, aunque ante las exigencias de que concediese una amnistía, terminó por aceptar un texto que tenía tantas excepciones como delitos de carácter político había promulgado antes, haciéndola inútil por tanto.
En ese contexto, se produjo una división entre los realistas. Los ultrarrealistas no querían que se acordase ninguna medida de carácter conciliatorio, tanto es así que en Orihuela llegaron a destruir las disposiciones legales que sobre la limitadísima amnistía llegaron hasta su Gobernación. Se formó de este modo un partido ultrarrealista dispuesto a no admitir ninguna medida que atenuase el rigor sobre los vencidos y, por supuesto, a impedir una apertura del régimen de Monarquía Absoluta que había prevalecido gracias a las armas francesas.
En la situación descrita, en la primavera de 1824 empezaron a difundirse por toda España textos acompañados de noticias alarmantes. Eran fábulas (bulos) preparados por los ultrarrealistas como un intento de que Fernando VII no aceptase ningún tipo de apertura política. En el más famoso de ellos, Españoles, unión y alerta se profetizaba todo lo que había ocurrido en la política española del momento: la caída del primer gobierno ultra, el establecimiento de la policía, la negativa a restablecer la Inquisición o la disolución del “Ejército de la Fe” como si hubiese sido anunciado antes en un texto que se presentaba como escrito con anterioridad con objeto de vincularlo a un plan masónico. Pretendían convencer de la veracidad de una conspiración que los acontecimientos supuestamente posteriores confirmaban. El falso documento comenzaba afirmando que el papel que habían encontrado contenía “setenta máximas dictadas y aprobadas por la Logia de Cádiz” (según se cree, decían entre paréntesis) el primer día de septiembre de 1823, “cuando ya se preveía que iba a terminar el gobierno Constitucional de España”, afirmaban sin reparos.
La idea pareció tan buena, gracias al éxito conseguido, que nuevos redactores añadieron más profecías retrospectivas al original con el fin de seguir “denunciando” nuevas conspiraciones. Los imprimieron y difundieron en grandes cantidades (no existía internet) por toda España. En cierta medida lograron convencer a un público crédulo de antemano sobre una “verdad” confirmada por acontecimientos posteriores.
Hoy nos referimos a las noticias falsas, elaboradas para que parezcan verdaderas, con la denominación inglesa de fake news.
Nihil novum sub sole, que decían los romanos.