Cuando realizaba una investigación sobre la retirada del ejército francés de Andalucía y el consiguiente saqueo de Cieza encontré un artículo de Frutos Baeza escrito en 1917 para la revista Oróspeda en el que evocaba la misteriosa desaparición en Murcia de una pintura de Goya, como una nota al margen de la descripción que realizó de la visita real de 1802. Pensé entonces que era necesaria una investigación sobre el retrato de Godoy encargado por el Ayuntamiento de Murcia tras la victoria de este en la conocida como “Guerra de las Naranjas”, en el contexto del enfrentamiento continental entre Francia y Gran Bretaña.
Su colocación en la sala consistorial fue acordada para el día 12 de noviembre de 1802 acompañada de festejos, con la colocación de una orquesta en sus balcones, la iluminación de su fachada, la propia sala y del resto de oficinas. La afluencia de público fue enorme. Pero la caída en desgracia del retratado aconsejó la retirada y ocultación de la pintura murciana de Goya desde la Sala Capitular que presidía desde hacía algo más de cinco años hasta un lugar desconocido.
Para intentar dar con su paradero decidí plantear una investigación a medias histórica y a medias policial en búsqueda de los datos que permitieran conocer todos los detalles relativos a su elección en 1802, su exposición, su retirada y ocultación en marzo 1808 y su posterior desaparición. La investigación histórica fue publicada por la Academia Alfonso X el Sabio con el título de La desaparición en Murcia de un retrato de Godoy realizado por Goya, en la que se desarrollaban tres hipótesis, además de la posibilidad de una indebida apropiación: la sustracción por parte de las tropas napoleónicas en sus incursiones en la ciudad, la del lienzo reciclado por el propio Goya y la de su destrucción intencionada. Tres caminos que no condujeron a una certeza definitiva.
Y hace unas semanas asistí en el Casino de Murcia a la presentación de una novela de Santiago Delgado titulada como esta columna, El Goya del Titanic, en la que a falta de esa certeza el autor aventura una trama literaria que comienza poco después de su desaparición y que termina en nuestros días. Me pareció un proyecto interesante desde que el autor me lo comentara. Y la lectura de la obra no ha decepcionado mis expectativas.
Al tratarse de obra de ficción no puedo ser muy explícito pues corro el riesgo de “destripar” la obra para el lector. Sí puedo comentar que en la trama aparecen varios personajes murcianos o muy relacionados con la Región de Murcia.
El marqués de Camachos, Pedro Rosique y Hernández, quien fuera jefe del Partido Liberal Progresista en Murcia, con una activa participación en la vida política entre la que destacó el impulso de las obras del ferrocarril del mediterráneo Albacete-Cartagena, cuya línea completa, con unos 240 km, fue finalizada en abril de 1865 y que hoy se encuentra prácticamente desmantelada sin oposición social. En la plaza del marqués de Camachos, con motivo de la llegada de la Reina Isabel II para la inauguración, se levantó un arco del que no queda más que testimonio histórico. Pudo ver el ferrocarril llegar a su ciudad antes de morir.
Antonete Gálvez. Hablar de él es hablar de revolución. Hasta en tres ocasiones intentó desde Murcia la implantación en España de una República Federal, como comentamos en una columna anterior. Tras su exilio en Argelia volvería a su casa de Torreagüera, hoy también en peligro.
Antonio Cánovas del Castillo fue el político español más relevante de la segunda mitad del siglo XIX y tuvo una especial relación con Murcia y con Cieza, donde tras su asesinato tuvo lugar un Pleno en el que se glosó su figura y en el que los representantes políticos hicieron mención a una larga serie de logros debidos a su persona. El alcalde afirmó entonces que «Cieza ha perdido a su protector más decidido» y se señaló que todo lo que en la ciudad existía «de adelanto y vida» a él se le debía. Después fue nombrado Hijo Adoptivo de Cieza en señal de agradecimiento.
Kâulak, Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo, un conocido fotógrafo español, sobrino de Antonio Cánovas y que también fue diputado por Cieza. Además de fotógrafo fue crítico de arte y pintor. Fundó en 1904 del estudio Kâulak, por donde pasaría la alta sociedad madrileña.