La Policía Nacional investiga a decenas de sospechosos por su presunta implicación en las redes de captación de votos por correo en Melilla, según fuentes del Ministerio del Interior. Los investigadores tienen el foco puesto sobre integrantes del partido local Coalición por Melilla, pero también en “otros partidos” respecto a los que los indicios son menos concluyentes.
La decisión de exigir el DNI a todo aquel que fuese a entregar el voto por correo ha disuadido a los implicados en el supuesto fraude electoral de acudir y entregar los votos comprados en la oficina de Correos de Melilla en las últimas horas.
A pesar de que nuestro sistema electoral puede considerarse como uno de los más limpios del mundo, siempre he pensado que tiene un agujero negro, el voto por correo. Un pensamiento en parte teórico y en parte práctico. Lo que ha ocurrido en Melilla, o se ha intentado, me consta de modo directo que ha ocurrido en lugares mucho más cercanos, me refiero a la compra del voto a través de los mecanismos que permite.
Decía que nuestro sistema electoral es, quizás, el más limpio del mundo: los votos se depositan personalmente en una urna transparente, nada de cajas opacas como en otros lugares, se contabilizan en el mismo lugar en el que se entregan, nada de transportar sacas de votos a lugares lejanos como vemos en los procesos electorales de otros países, los contabilizan personas elegidas por sorteo por un juez. Y lo hacen ante representantes de todos los partidos, que asisten al conteo y dan su visto bueno con su firma.
Siempre he pensado que si España tiene el sistema electoral más limpio ha sido porque durante años tuvimos el sistema electoral más sucio y quisimos asegurarnos de que no volvería a suceder. Durante la primera restauración borbónica, los gobiernos conocían el resultado electoral antes de que comenzasen las elecciones, que realmente no tenían lugar, pues una serie de mecanismos impedían que los votos decidiesen los resultados electorales: eran dirigidas por los propios políticos de uno u otro partido y tras el control de los ayuntamientos y de la administración judicial se producía el encasillamiento de los candidatos, con el acuerdo de los contrarios, de modo que de antemano los partidos políticos dinásticos habían decidido el resultado llevando a cabo un anticipado reparto de escaños, fenómeno que se conoció con el nombre de encasillado. Y cuando toda la panoplia de trampas no era suficiente, se recurría al falseamiento electoral directamente.
En las elecciones de 1903 conocemos casos como el de Moratalla, donde según la Prensa en los colegios electorales encontraban facilidades para emitir su sufragio nada más que los que votan al conde de Campillos. Pero el mayor atropello cometido hasta ahora… es que cuando se han presentado en los colegios los notarios que llegaron anoche requeridos por el candidato liberal, no se les permitió realizar sus funciones y fueron expulsados de los locales. Mientras, en Abarán, el delegado gubernativo realizó la totalidad de actos que en los manuales quedaron como constitutivos de un «pucherazo» electoral, esto es, expulsión del local de presidentes e interventores del partido adverso, robo de la urna en la que se había depositado el sufragio y de la documentación electoral general, cambio de unas papeletas por otras y proclamación del «ganador».
En 1910 se presentó como candidato un republicano que parecía tener suficiente fuerza en Yecla como poner en peligro la supremacía dinástica. Así que decidieron acudir al fraude, el último recurso antes de dar por perdidas las elecciones. En un descuido de los interventores republicanos, sustrajeron la urna de la sección del Reloj, volviendo a aparecer rellena con papeletas favorables en su totalidad al candidato liberal. La primera protesta del interventor republicano acabó con éste en la cárcel y se decidió anular los votos.
Después, durante la República las elecciones fueron limpias en general. Sólo se registraron denuncias de irregularidades en una zona geográfica determinada, en Galicia, y sólo en el tercero y último de los procesos electorales, en febrero de 1936.
Tras la reinstauración de la democracia se buscaron métodos que impidieran irregularidades que variasen los resultados electorales, aunque dejaron una puerta al fraude, el voto por correo, que ha venido usándose durante años, por más que ahora haya explotado en Melilla.
La solución es tan fácil como pedir el DNI a quien lleve la papeleta de voto a Correos. Algo que acaba de acordarse por parte de la Junta Electoral Central.