Leo en la prensa regional que las obras de conservación y restauración de la Casa de la Encomienda han entrado en su fase de reparcelación con vistas a la restauración integral de toda la zona, que dará lugar a la creación de un complejo turístico, con marcados escenarios históricos, en el que habrá un hotel-museo de 16 habitaciones y una cafetería en la que los comensales convivirán con más de 500 años de historia.
Los trabajos se realizan bajo la supervisión del director del servicio de Patrimonio Arqueológico de Cieza, Joaquín Salmerón al tener la catalogación de Bien de Interés Cultural (BIC), para lo cual ha sido necesario un replanteamiento para conservar el torreón principal y una muralla que vio la luz al principio de las obras. Esta tiene 1,80 metros de altura, ocho de longitud visible y algo más de un metro de grosor. En la noticia también se da cuenta de que en el interior de la casa han aparecido varios arcos alineados de 2,40 metros de anchura cada uno de ellos.
Hace doscientos años, en los comienzos del siglo XIX, los documentos municipales narraban la calamitosa situación de la zona, señalando que la iglesia de san Bartolomé se encontraba “quebrantada”, siendo posible “que luego quede arruinada”. Relataban también el estado ruinoso de las Casas capitulares, principalmente de la torre o minarete que sostenía la campana concejil y el antiguo y desordenado reloj, cuya torre se encontraba desnivelada. El Ayuntamiento acordó en 1835 su arreglo, pero a la vez pensaban en vender los edificios. Dos años después se proyectó la demolición y reedificación de la torre del Reloj.
Pero nada se pudo hace en unos años en los que apenas se podían cobrar impuestos puesto que no circulaba moneda para hacer los pagos y cuando se pretendían incautaciones por los impagos nada se podía hacer pues nadie tenía dinero con que comprar. Un auténtico desastre que fue arruinando toda la zona hasta el punto de que a día de hoy los pocos restos que se están escavando son los únicos que quedan en la ciudad de una época anterior.
En un artículo reciente publicado en la revista Andelma por José Juan Moya refiere este cómo las dos destrucciones de 1449 y 1477 con toda la población cautivada, generó situaciones dramáticas, porque los cautivos eran una fuente de ingresos considerable. Unos se liberaban por concesiones de paz o treguas, otros por rescates monetarios, pero muchos, si no la mayoría, padecieron largos cautiverios y solamente se libraban del padecimiento por su conversión al Islam, que fueron los llamados tornadizos o elches. Refiere en el artículo (“Genius loci. Un paseo por el imaginario y la Tradición en Cieza”) que Hernando de Baeza nos dice que él cree que casi todos los ciezanos cautivos en 1477 «se apartaron de la fe cristiana». De estos, muchos hombres fueron caballeros y alcaides del sultán, y las mujeres, esposas y concubinas. Los que no se convirtieron, permanecieron en las mazmorras, en las que coincidieron los de los dos asaltos, y hasta 1492 no fueron liberados.
Cieza había quedado indefensa tras la decisión que la población abandonase el cerro del Castillo, puesto que la orden de Santiago, que administraba la población no realizó un esfuerzo económico para proveerla de defensas importantes, pues se encontraba entonces en una zona fronteriza.
En un interesante trabajo (Isabel García Díaz, El saqueo de Cieza en 1477. Historia y leyenda) deduce de la lectura de las actas capitulares de Murcia que los vecinos no estaban ya en la iglesia, puesto que ya había acabado la misa mayor y de hecho la resistencia de los vecinos se produjo ya en el cortijo.
No debe confundirnos el término cortijo, pues se refiere a una estructura defensiva, el término que conocemos como una finca rústica con casa de campo e instalaciones, simplemente tiene la misma raíz.
A falta de fortaleza, el cortijo era el edificio más importante de la villa, donde residía el Comendador. Si bien después de esa fecha, 1477, la orden de santiago por fin decidió acometer obras que impidieran la repetición de otra razzia con sus funestas consecuencias.
Estas estructuras son las que la excavación arqueológica en curso está sacando a la luz.