En ese contexto el ejército francés de Andalucía, mandado por el mariscal Soult, recibió la orden de reunirse en Valencia con José I y el ejército del Centro para conseguir una reordenación estratégica que permitiera recuperar Madrid. Soult debía evacuar sus fuerzas y replegarse, lo que hizo mediante una retirada ordenada. Aunque en su desarrollo los bandoleros del Sur, como los denominaban sus propios compatriotas, continuarían con su indisciplina y con las prácticas de rapiña que ya habían puesto en práctica en Sevilla, acompañadas de un intento determinado de destrucción total de todo lo que encontraban a su paso. Un camino que algunos emprendieron acompañados de las últimas obras de arte robadas, protegidas por una multitud de entre 45.000 y 50.000 personas en el momento en que terminaron de afluir todos los que abandonaban Andalucía, en su gran mayoría militares franceses, pero también muchos españoles que habían colaborado con ellos, las mujeres que iban con unos u otros y un número indeterminado de prisioneros.
Formaban una enorme columna humana, un inmenso tren de carruajes que llegó a Granada el 3 de septiembre de 1812 y diecinueve días después al Reino de Murcia. Desde Cieza la veían acercarse como un torrente devastador, expresión que utilizaron los regidores ciezanos para referirse a su temible e imparable llegada.
Pero los franceses encontraron en Cieza la fiebre amarilla, que junto con las pertenencias y los víveres de los ciezanos se llevaron consigo. La enfermedad se propagó rápidamente entre la columna, cuyos responsables habían conocido que se extendía por Jumilla al tiempo que asolaban Calasparra, estableciendo un cordón de tropas que impidiera su propagación al conjunto del ejército. El soldado francés Apollinaire escribió en su diario que los habitantes de Jumilla estaban protegidos del azote de la guerra por el azote de la peste. En su visión destacaban banderas negras ondeando en los campanarios de las iglesias jumillanas.
En base a estos hechos publiqué hace años un libro titulado La retirada francesa de Andalucía. Violencia, expolio y robo de I’Armée du Midi en Espagne por los caminos de Andalucía y Murcia en 1812. Lo hice a través de algunas obras escritas en el siglo XIX por historiadores españoles, por algunos testimonios de franceses que dejaron escritas sus vivencias y, sobre todo, por un conjunto de historias locales que narraban el paso de la enorme caravana por su pueblo o ciudad, pero que desconocían su origen y su destino. Se trató de una obra de historia, rigurosa por tanto con los hechos.
Pero siempre pensé en cómo sería esta historia si pudiese novelarse, recreando con datos imaginados los elementos desconocidos de la misma, de modo que pudiera estructurarse una narración completa.
Pues eso ha sucedido con la creación literaria realizada por la escritora Carmen Hernández Montalbán, quien ha recreado los hechos en una novela titulada Cantos Rodados. Tiene un gran valor porque lo ha hecho en contacto con el descendiente de un niño que acompañaba a uno de los soldados franceses que intervino en la guerra y que luego debió retroceder. En el viaje de vuelta acompañaba al soldado francés una joven de Guadix, con quien se había casado en esa localidad granadina y el hermano pequeño de esta. El viaje de la mujer demuestra que el amor puede surgir dentro de la deshumanización que toda guerra supone.
La escritora contactó con los descendientes del pequeño accitano llegado desde Guadix a Béziers, en Francia, y consiguió dar una dimensión más profunda a la historia, hasta el punto de conseguir traerla hasta el presente.
Se conoce como afrancesados a quienes, contrarios al absolutismo y al Antiguo Régimen, colaboraron con la administración de José I pensando en que sería la solución al atraso de España y que fueron tachados de colaboracionistas por el resto, por lo que muchos de ellos debieron salir de territorio español por miedo a represalias. Muchas mujeres unidas con franceses hubieron de recorrer el mismo camino.
Algunos, como Jean-Claud Martin, autor del prólogo de la novela, han conseguido conectar su vida con sus antepasados andaluces. La obra de Carmen Hernández, muy bien documentada, lo consigue al recrear aquel periplo de 45 días en los que una enorme caravana de personas se desplazó entre Andalucía, Murcia y Valencia.