En una columna anterior me hice eco de un descubrimiento espectacular ocurrido recientemente en Almadenes por parte de los arqueólogos responsables de su excavación, con el apoyo del Grupo de espeleología GECA de Cieza. Comentaba que cuando parecía que uno de los grandes tesoros naturales de la Región de Murcia había ofrecido todo lo que guardaba, un espectacular descubrimiento lo había desmentido.
Para hacerlo partícipe a los ciezanos se programó por el Ayuntamiento un acto en el Capitol el pasado 15 de febrero, en el que los principales protagonistas hicieron públicos sus trabajos científicos, sus esfuerzos de años y sus sentimientos cuando se abrió ante ellos un nuevo y maravilloso espacio escondido a los humanos durante siglos. Y debieron hacerlo en dos ocasiones dada la enorme afluencia de público.
Ignacio Martín Lerma, emocionado, expuso de un modo atractivo y pedagógico sus trabajos en la Cueva y los resultados de sus investigaciones. Pedro Ríos, representante de los espeleólogos ciezanos contó, emocionado, los esfuerzos realizados por los componentes de su grupo, que incluyen un modélico balizado de la cavidad encontrada que seguro servirán como guía a seguir en otros emplazamientos posteriores. José María Calaforra, catedrático de Geología de la Universidad de Almería, habló con emoción del futuro, de la importancia de los estudios paleontológicos, bioclimáticos, botánicos… que podrán realizarse en adelante en una cueva sellada hasta ahora.
Joaquín Salmerón Juan, responsable de un acto muy bien organizado habló también desde la emoción y recordó los esfuerzos que durante décadas se han realizado en Cieza en relación con el conocimiento y la recuperación del patrimonio cultural e histórico de la localidad.
He de confesar que yo también me emocioné.
Joaquín Salmerón me diría luego que estaba emocionado al ver a los antiguos compañeros de inquietudes arqueológicas y participantes en la creación del Museo de Cieza. Decía que sin todos aquellos prolegómenos, con los descubrimientos realizados durante décadas, no hubiese sido posible llegar al estado actual.
Mi mente estuvo instalada en tiempos pasados mientras seguía el acto: mientras se proyectaba las impactantes imágenes del descubrimiento pensé en la larga y exitosa existencia del Grupo Geca de la OJE ciezana, en el que mi hermano Antonio Salmerón Leante participó hace tantos años. Mientras el responsable refería los importantes descubrimientos arqueológicos realizados en el yacimiento, pensé en aquel verano en que participamos en Archidona en un curso de Arquelogía de la OJE nacional que nos insufló los ánimos de fundar aquí un Grupo de Arqueología, al que denominamos Neandertal, nombre que parecía muy lejano a nuestro conocimiento y a las perspectivas arqueológicas de Cieza, así que pensé en la coincidencia de que se encontraran en Cueva del Arco elementos relacionados con la cultura de los neandertales.
Aquel Grupo Neandertal tuvo, junto a errores provenientes de la formación recibida, muchas virtualidades. Puso en valor los yacimientos de las distintas culturas instaladas en Cieza creando una Carta Arqueológica y luchamos porque se protegieran las cuevas de los Grajos, convertidas en lugar de peregrinaje de la sociedad ciezana que en unos casos con admiración y en otros con desprecio puso en peligro las figuras de sus paredes. De ahí el empeño en que la cueva-sima de la Serreta fuese rápidamente protegida tras su hallazgo.
El Grupo localizó los dos emplazamientos urbanos anteriores: Bolvax y Siyasa y al menos dos generaciones de jóvenes nos volcamos en la formación de un pequeño museo. Porque de algún modo el Grupo permaneció en el tiempo, como el GECA, porque aunque perdiera sus estructura organizativa, todos guardamos un sentido de pertenencia a él. Recuerdo como directores después de mí a Juan Antonio Morcillo, a Jesús Saorín y a Joaquín Salmerón.
Coincidiendo con la instauración del primer ayuntamiento democrático nos propusimos la creación de un Museo que albergara y protegiera los hallazgos realizados y las donaciones recibidas, pero sobre todo que se convirtiera en receptor de lo que Siyasa, que comenzaba a abrirse con sus primeras excavaciones, ofreciera, porque de lo contrario los hallazgos irían al Museo Arqueológico de Murcia, como acababa de ocurrir con una excelente colección de utensilios del Calcolítico.
El Museo finalmente fue una realidad, transformado luego en el Museo de Siyasa, uno de los mejores museos regionales, con una brillante trayectoria a su espalda.
Por ello muchos compartimos la emoción de quienes exponían el nuevo hallazgo, porque aunque algunos no hallamos tenido participación, de algún modo lo hemos sentido propio.