Ilustración en España.

Hace unas semanas tuve el placer de presentar en Murcia, en la sede de la Real Academia Alfonso X el Sabio, el libro de Pascual Santos López que esta institución le publicó con el título de Ilustración radical: los hombres más malos del mundo.

El principio de la Ilustración es la soberanía de la razón, la exclusión de toda autoridad. “Ten valor de servirte de tu propio entendimiento”, proponía Kant para expresar el carácter autónomo de la razón ilustrada. La razón es suficiente en sí y por sí misma, por lo que exige confianza en ella y en consecuencia la decisión de servirse de ella sin otros límites que aquellos que le vengan dados por su propia naturaleza. Debe ser una razón crítica contra los prejuicios que la ciegan y la paralizan.

Otra de sus características fue el desarrollo del optimismo científico, derivado del progreso de las ciencias de la naturaleza, de la técnica y de la industria, que daría lugar . al salto espectacular que el hombre europeo consiguió en el siglo XVIII con la consolidación de un método de investigación científica y la emancipación de las ciencias naturales y técnicas de la tutoría de la teología. El método debía asegura un progreso sin límites: el hombre alcanzaría un dominio sobre la naturaleza externa que le proporcionaría indefectiblemente la base material de su felicidad.

Por ello se utilizó con profusión la metáfora de la luz para explicar el desarrollo de la Ilustración en la Europa del siglo XVIII, visto como el Siglo de las Luces. Según sus protagonistas se podía disfrutar de herramientas intelectuales capaces de clarificar e iluminar todas las cuestiones o problemas.

Pero el impacto mundial que supuso la Revolución Francesa derivó en la preocupación y en el intento de la Inquisición española de evitarla, de modo que la Ilustración debió saltar grandes obstáculos para generar una nueva sociedad: la libertad, los derechos humanos, la democracia, la igualdad de oportunidades, la economía de mercado, el impulso inigualable a la tecnología, la importancia de la ciencia, el papel destacado de la producción e intercambio de bienes y servicios como forma de vida, fueron dimensiones de nuestro mundo que se establecieron y se consolidaron a partir de su legado.

Un pensamiento mayoritario señala que en España la luz del siglo brilló con poca intensidad. Pero Pascual Santos lo discute, partiendo del Méjico de 1784, cuando un peluquero delataba a su compañero ante el tribunal de la Inquisición porque lo había querido pervertir con proposiciones heréticas y subversivas. De modo que el pensamiento ilustrado caminaba por los territorios hispanos hasta más allá del Atlántico.

Ha sido su objetivo principal: demostrar la presencia del pensamiento ilustrado en los territorios de la Monarquía española, su asimilación y difusión en niveles cotidianos. Se ha sumergido entre los intrincados canales de difusión de las ideas racionales, los caminos por los que sorteaban el pensamiento oficial y sus cárceles, hasta conocer su transformación y posterior utilización por personas corrientes.

Ha conseguido demostrar, a partir de fuentes originales e inéditas, que el pensamiento ilustrado había permeado distintos niveles sociales: en núcleos urbanos, en grupos de militares, entre técnicos y administrativos, entre comerciantes y artesanos e incluso entre peluqueros.

El resultado del trabajo es un retrato de una auténtica revolución cultural entre los elementos más inquietos de la sociedad española y el modo en que los tribunales de la Inquisición se vieron desbordados para conseguir una eficaz censura.

Novedosos fenómenos que tuvieron lugar sobre todo en ciudades con puerto de mar, verdaderas puertas por donde las ideas partían para navegar entre unos lugares y otros, porque las redes de influencia y modernización del pensamiento fueron muy extensas en la España del siglo XVIII.

Se señala que los índices de libros prohibidos de la Inquisición se convirtieron en catálogos en los que buscar las obras más interesantes, licenciosas o subversivas, siempre con riesgos y dependiendo del interés de cada uno, pues hicieron visible lo que antes era invisible. Como también serían los escritores y oradores católicos los que difundirían las ideas materialistas cuando en sus textos intentaban impugnarlas.

Muchos de los encausados por proposiciones heréticas fueron artesanos, relojeros, inventores de ingenios mecánicos, artífices de máquinas y autómatas, plateros, organistas… Espíritus fuertes como Pascual Santos se refiere a ellos, cuya trayectoria vital ha sido olvidada, sepultada por el tiempo, y que en el libro que presentamos se reivindican y se ensalzan. Un acto de pura justicia.

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