PATRIOTISMO

Hace unos días expuse en una charla el largo y complicado camino que se recorrió en España hasta alcanzar la democracia. Un camino que comenzó al iniciarse la conocida como la Guerra de la Independencia.

La invasión francesa produjo una sublevación general entre cuyas causas se encontró el sentimiento de que el honor y la dignidad nacional habían sido heridos, pero también la pérdida de confianza en los cambios que en pro del bien común se suponía que emprendería Fernando VII. Mientras unos aceptaron al rey francés viendo en su política un signo de la prosperidad nacional, otros lograron convocar las Cortes del Reino y aprobar una Constitución.

En ese contexto mi mayor esfuerzo consistió en exponer el concepto de patriotismo tal y como nació en ese momento

En la época anterior a esa devastadora guerra se había producido la identificación de vastos sectores de la oficialidad del ejército español con el pensamiento ilustrado, al menos desde la época de Carlos IV, cuando las doctrinas revolucionarias liberales fueron adquiridas de Francia y mantenidas de forma latente hasta que el choque con las armas francesas revolvió toda la organización estatal, presentándose entonces como una doctrina política estructurada y bien definida. En ella el concepto de patriotismo varió de modo que la actuación de los liberales no vendrá ya determinada por la adhesión a Fernando VII o a los Borbones, sino por la defensa del territorio ocupado y por la liberación de las poblaciones sometidas. Porque si “patriotismo” y “patriota” habían servido a los ilustrados para referirse a la predisposición favorable al sacrificio por la comunidad, en España sirvió para identificar a quienes luchaban contra los franceses, es decir, a quienes se sacrificaban por la colectividad y luchaban por la libertad, sentido en que lo empleó Argüelles en su célebre “Españoles, ya tenéis patria”, al presentar la Constitución.

La idea y el sentimiento de patria o nacionalidad, la comunidad fraternalmente unida en un pacto defensivo de la tierra española comenzó entonces a sustituir a su personificación en los reyes.

En las Cortes de Cádiz comenzó la construcción de un ejército nacional frente al ejército “real” de los absolutistas, que debía constituirse en “permanente”, dependiente del poder legislativo y no del rey, otorgando la facultad a las Cortes para fijar su presupuesto y su contingente anual.

Valencia se constituiría después en símbolo del poder real desde la firma en 1814 del decreto que suspendía la vigencia de la Constitución. Tras pasar toda la guerra en un castillo francés, desde donde a menudo alabó la política de Napoleón Bonaparte, Fernando VII desoyó las instrucciones de las autoridades liberales, quienes habían dirigido la victoriosa guerra contra las tropas francesas, variando su itinerario y dirigiéndose hasta esta ciudad, donde encontró la seguridad del general Elío y decidió dar un golpe de Estado, después de lo cual se dirigió a Madrid, donde el Parlamento había sido cerrado, y procedió a encarcelar o matar a los liberales que no habían conseguido partir para el exilio.

De 1814 a 1820 intentó una imposible experiencia: la de reconstruir el país y suscitar su crecimiento económico dentro del marco social y político tradicional sin tocar el marco intangible de la vieja sociedad.

Rafael de Riego adquirió el principal protagonismo en el pronunciamiento desarrollado en enero de 1820 y que se convertiría en el comienzo de una nueva experiencia de libertad conocida como Trienio Liberal. Comprobando que el levantamiento se propagaba por el resto de España, Fernando VII debió aceptar la situación, aunque pronto concibió un plan similar al que en 1814 acabó con la obra liberal. Le seguirían otros intentos que terminaron por abocar al país a una guerra civil que se desarrolló en España entre los años 1822 y 1823, en un duro conflicto que enfrentó a realistas y a patriotas, entre los que pretendían el mantenimiento incólume de la monarquía absoluta y aquellos otros que, sintiendo una pulsión por la libertad individual o comprendiendo la necesidad de cambios económicos y legales que variasen la realidad de un país muy atrasado tras la devastadora guerra contra los franceses, la pérdida de las colonias americanas y la nefasta gestión de los gobiernos impuestos por Fernando VII deseaban crear un marco moderno de relaciones políticas, sociales y económicas. Fue este el tema central de mi libro Realistas contra Patriotas, que ya comenté en una columna anterior.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *